lunes, 24 de diciembre de 2012

Novecento

Un repaso histórico de la Italia de la primera mitad del siglo XX, además de un canto a la amistad por encima de las diferencias sociales. Cuenta con una fotografía y una banda sonora inconmensurables.

 

Puesto que el título de este blog es un guiño a la magna obra del italiano Bertolucci, ésta debía ser una de las primeras películas en comentar. Tras la polémica "Un tango en París", Bernardo Bertolucci se embarcó en Novecento, un ambicioso proyecto dedicado a la reconstrucción de la historia reciente de Italia. Tuvo que estrenarse en dos partes, debido a lo abultado de su metraje (300 minutos) Cuenta esta obra con un plantel plagado de estrellas: Gerard Depardieu, Robert de Niro, Burt Lancaster o Donald Sutherland, entre otros. El hilo narrativo de la película son las vivencias compartidas de dos chicos, nacidos el mismo día y de orígenes sociales muy distintos: Olmo, hijo bastardo de un campesino, y Alfredo, hijo de un terrateniente.


Novecento tiene una historia circular: comienza en el final de la II Guerra Mundial, retrocede al momento del nacimiento de Olmo y Alfredo para, finalmente,volver al momento inicial de la película. Ya en esa secuencia inicial aparecen los dos elementos más destacados de la película: la fotografía de Vittorio Storaro y la excepcional banda sonora de Ennio Morricone. A medida que va avanzando la película, ésta desarrolla varias temáticas: las diferencias generacionales, el ambiente burgués y cosmopolita de la Italia de los años 20, los conflictos sociales entre terratenientes y campesinos o el auge del fascismo. Esto último está magistralmente mostrado en una escena en la que varios terratenientes se reunen en una Iglesia (mostrando el papel del clero como elemento coadyuvador del fascismo) para reunir fondos para hacer frente al comunismo y a la lucha de clases. Cuenta con momentos de una gran violencia gráfica: la muerte de un gato destripado por el fascista Attila (magistral la interpretación de Donald Sutherland), el asesinato inmisericorde de un niño o la autoamputación de una oreja por parte de un campesino. Asimismo, la lucha contra las desigualdades sociales está retratada con momentos de gran impacto visual, como cuando las campesinas hacen frente a la Guardia italiana que quiere desalojarles de sus casas o en el funeral posterior a la quema de la Casa del Pueblo, en el que perecen varias personas.

Llama la atención cómo Novecento pasa de puntillas por las dos Guerras Mundiales, especialmente por la que va del 39 al 45, a pesar de que a priori éstas tienen mucha importancia en la evolución política posterior. Siguiendo con el discurso político, diría que por momentos resulta algo simplista, ya que si atendemos a la representación que hace de Attila y su esposa, se podría pensar que reduce el fascismo a una especie de desequilibrio psicológico, menospreciando el contexto sociológico y político que favorece el nacimiento de un movimiento de masas como éste.

Robert de Niro y Gerard Depardieu ofrecen unas sólidas interpretaciones en el papel de Alfredo, futuro patrón política y vitalmente confuso, y Olmo, el hijo bastardo de campesinos que se erige en símbolo de la lucha política de miles de italianos. Su amistad está a prueba de diferencias políticas, de clase o de amores compartidos.

En la secuencia del ajusticiamiento del fascista Attila y su esposa, a pesar de lo visceral de la escena, del inhumano trato que reciben ambos y de las loas hacia un personaje tan abyecto como Stalin, uno no puede sino sentir envidia por el pueblo italiano, quien pudo ajustar cuentas con el fascismo, mientras en otro Estado más al Este quienes combatieron el fascismo tuvieron que soportar 40 años de dictadura y una denominada Transición atada y bien atada.

Si bien a lo largo de la película hay un trato reverencial hacia el comunismo, el final de la misma supone un claro distanciamiento hacia éste. La secuencia del juicio popular contra Alfredo, de carácter casi teatral, entiendo que simboliza la incapacidad del pueblo para adquirir conciencia y poder gobernar su destino. De igual manera, el momento en el que los nuevos dirigentes políticos hacen su entrada y confiscan las armas supone la confiscación simbólica del poder que brevemente había adquirido el pueblo, en favor de una nueva casta burocrática.

En definitiva, Novecento es un digno homenaje a la memoria de Antonio Gramsci y de miles de anónimos "socialistas de bolsillos agujereados" tal y como afirman los dos protagonistas, además de un magistral recorrido histórico por la Italia del siglo XX, que sólo puede entenderse teniendo en cuenta que el fascismo fue derrotado en la II Guerra Mundial.

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