miércoles, 27 de marzo de 2013

En la niebla: entre la espada y la pared

Crudo retrato de la guerra, el colaboracionismo y la Resistencia. Tiene un ritmo por momentos demasiado pausado.



Hace unas semanas se estrenaba en nuestros cines En la niebla, una producción bielorrusa cuya acción se sitúa en la frontera bielorrusa, durante la ocupación de este país por parte de los nazis en 1942. Este trabajo del bielorruso Sergei Loznitsa venía de ganar el premio CIPRESCI en el Festival de Cannes, además de estar nominado a la Palma de Oro.

En la Niebla aborda un asunto pocas veces abordado en películas sobre la II Guerra Mundial: el colaboracionismo de una buena parte de la población local y las represalias de la Resistencia. Y es que, aunque hoy día todo el mundo muestre su rechazo al nazismo, la realidad es que en los países que estuvieron ocupados en los años 30 y 40, buena parte de sus respectivas poblaciones tuvo una actitud indiferente, cuando no colaboracionista, hacia sus invasores. Pero el director Sergei Loznitsa no utiliza un prisma político, sino moral. Con su cámara plasma la quiebra del pacto social entre los ciudadanos del país como consecuencia de la guerra. El protagonista de la película, hacia el final de la misma, viene a sugerir que en realidad dicha quiebra viene motivada por fobias, prejuicios y odios previos a la guerra.


Lo que más me gustó de la película fueron su comienzo y su final. En la secuencia inicial, resuelta con maestría y oficio por parte del director, vemos el traslado de varios prisioneros bielorrusos por parte de soldados nazis, y la actitud entre pasiva y emotiva de sus conciudadanos. La cámara mira para otro lado mientras el sonido de fondo nos ilustra el fatal desenlace de la ejecución de estos bielorrusos.

Tras esta primera secuencia, se nos presenta al principal protagonista de la película: Sushenya. Es acusado injustamente de haber delatado a los ejecutados, lo que lleva a que la Resistencia bielorrusa quiera su cabeza. Dos de sus integrantes acuden a su casa para capturarle y ejecutarle. Cuando están a punto de llevar a cabo dicha ejecución, son atacados por el ejército nazi, y uno de ellos queda malherido. Sushenya, en vez de abandonarlo a su suerte, decide ayudarle.

A medida que avanza la acción de la película la historia retrocede, para contarnos episodios concretos de algunos de los personajes: el propio Sushenya y los dos miembros de la Resistencia con quienes comparte involuntario destino. Estos pasajes del pasado componen un retrato más completo de cada uno de ellos, además de mostrarnos las miserias que esconde cualquier guerra: la actitud maquiavélica de los gerifaltes nazis, la supervivencia a cualquier precio del otro integrante de la Resistencia, la actitud inmoral y mezquina de los colaboracionistas locales y un largo etcétera. En ese ambiente de quiebra ética y moral, Sushenya es el único que parece mantener intactos unos principios morales, hasta tal punto que en muchos momentos sentimos lástima por él. Vestido con una simple camisa en medio del crudo invierno ruso, nuestro protagonista se ve entre la espada y la pared. Por un lado, la Resistencia bielorrusa le considera un traidor y desea verle muerto y, si cae en manos de los nazis, estos le ejecutarán, que era lo que inicialmente tenían previsto hacer.

El director se toma su tiempo para llevar a cabo una composición completa de los personajes y los escenarios, tanto que en ocasiones la película cuenta con un ritmo excesivamente pausado. Es quizá el único pero que se le puede poner a En la niebla.

La secuencia final nos vuelve a mostrar la miseria y mezquindad de los colaboracionistas policías bielorrusos, además del inevitable destino que le espera a nuestro protagonista, narrado de forma poética y subliminal, al igual que esa secuencia inicial. En definitiva, una película muy recomendable.


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