lunes, 3 de junio de 2013

El halcón maltés

La película que inauguró el llamado cine negro. Sobrias interpretaciones y corrosivos diálogos.



- "¿De qué material está hecho?" Pregunta el policía.
- "Del material con el que se forjan los sueños" Responde un genial Humphrey Bogart. Con este diálogo (que forma parte, con merecimiento, de la Historia del cine) finaliza la opera prima de John Huston. Un John Huston desconocido hasta entonces y que, a partir de ese momento, se convertiría en uno de los grandes nombres del séptimo arte.

Con El halcón maltés, Huston inauguraba eso que después se dio en llamar el cine negro. Este género, que era un subgénero del cine policíaco, toma el nombre de una serie de novelas publicadas por la editorial francesa Gallimard, conocida como serie negra por el color de sus tapas.

El McGuffin de la película es una estatua de un halcón de oro macizo, a través de la cual se construye una historia de robos y asesinatos.

Las interpretaciones son casi magníficas, empezando por un inconmensurable Humphrey Bogart, quien aportaba todo su talento y presencia para componer la figura del personaje principal de la película: el cínico y misógino detective Sam Spade. Junto a él, Mary Astor, Peter Lorre o Sidney Greenstreet, entre otros, ejercen sus papeles secundarios con oficio y eficacia.

Este filme incluye muchas de las características que han quedado para la posteridad del género. Uno de ellos son los ingeniosos y corrosivos diálogos, la mayoría de ellos protagonizados por el propio Bogart. "No creímos exactamente en su relato, señorita O'Shaughnessy. Creímos en sus 200 dólares" le espeta el detective Spade al personaje interpretado por Mary Astor.

Otra de las características del cine negro, que aparece claramente en la película de Huston, es el carácter complejo y ambiguo de sus protagonistas. En ese sentido, Bogart encarna a la perfección el papel del antihéroe, del personaje cínico que sobrevive en un mundo despiadado sin preocuparse demasiado por nadie más que por sí mismo, algo que queda de manifiesto en la secuencia final de la película. También es destacable el relativismo moral que desprende toda la película, especialmente si tenemos en cuenta que la misma es de 1941. La relación de Bogart con la mujer de su socio, explicación de la indiferencia de la que hace gala ante su asesinato; o la escena final en la que deja escapar a los dos ladrones y duda en si finalmente dejar huir al personaje que interpreta Mary Astor son indicativos de este relativismo.

Pero hay otros elementos que hacen de la opera prima de Huston una obra maestra, como son la música de Adolph Deutsch o el fluido ritmo narrativo que le proporciona Huston (a pesar de la gran cantidad de diálogos) En definitiva, un clásico de visionado obligatorio para todo aquel amante del cine de suspense.

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